Purpura bajo la luz de la luna.

Es una noche cálida, los grillos y libélulas cantan con el sonido del viento, en el balcón corre una brisa de esas que te hace querer respirar aire fresco y lleno de vida. La luz de la luna se refleja en los tejados de las casas aledañas. Alcanzo a distinguir una figura conocida, de sigilosos pasos y ronroneo fuerte, aquí viene dando saltos entre las azoteas con su mirada perdida en algún lado, sus pupilas dilatadas, su nariz en forma de corazón, sus orejas punteadas y esos bigotes blancos, el gato de ojos purpura. Aquel que me hace pensar en un universo gatuno lleno de aquellas cosas que aman, el mismo al que tengo esperar en la madrugada para acariciar su lomo. Todavía no es el momento para escapar con Él, pero, mientras tanto aprovecho cada segundo de su presencia y ruego que vuelva, para quedarse.