Las palabras se agotan en este juego interminable de argumentos. Hasta parece que aumentó la presión, la atmósfera se hizo pesada. Es dicifil avanzar con la facilidad de antes. Los días pasaron rápido y la brisa si quiera llegó a sentirse. Hicimos lo que nuestras almas deseaban. Nos estancamos en los recuerdos; parecíamos estar cerca de lo más grandioso que podría habernos pasado. Quisiera haber hecho más, quisiera borrar los errores, las fallas, las causas, los porqué de un final que no queremos ni pedimos, uno que hasta el momento no aceptamos. Suponer está demás en esto abstracto y sin forma, pero que sólo nosotros entendemos. Quisiera no sentir, olvidar esto y seguir siendo yo (si es que algún día hubo uno). Pero nada es como lo esperas, ni como lo sueñas. La vida gira en su afán azaroso y deja mareados y con ausias a los que pedimos un respiro. Esta historia no se quedó en el papel. Se vivió más allá de los kilómetros y las letras. El tormento fue mutuo y se vivió hasta la más mínima sensación. Llegó a su fin por causas que ni un forense podría descifrar. Al final de la página el felices por siempre no tendrá lugar, no estará, es demasiado melindroso como para aparecer en una historia llena de altibajos, en su mayoría bajos, aunque con altos gloriosos.
La presión volvió a ser normal. Lo que sigue es lo que queda. Lo que quedó atrás, un libro que fue leído y reposará en una estantería los años que dure la vida.
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